Hipersexualización en la infancia y luego la adultez
Hipersexualización en la infancia y luego la adultez
Vestimentas de adulto, maquillaje excesivo, poses sugerentes, filtros de fotografía insinuantes, bailes y música muy alejada de la edad.

(Por Nadia Quant) Éstas son algunas de las características que constituyen la performática conducta de las infancias a las que consciente o inconscientemente, se les propone esta forma de actuar.

El mercado y las ofertas del mismo proponen un modelo a seguir que exalta los ideales estereotipados de belleza, cuerpo, peso, color y, sobre todo, la popularidad y los beneficios que estas cualidades pueden acarrear en la sociedad a quienes logren su apropiación.

En consonancia al revuelo que se ha generado por la desigualdad en el uso de prendas femeninas y masculinas, en los diversos escalafones que componen al comité organizador de los Juegos Olímpicos, es posible vislumbrar la institucionalización que, desde una pretensión ‘participativa y de equidad,’ promociona desde el ámbito deportivo una brecha colosal en cuanto, no solo a la comodidad, sino específicamente a la sexualización de los cuerpos en las deportistas.

No es casual que, en tantos y diversos ámbitos como en desnudos cinematográficos, en competencias deportivas, con los uniformes escolares y de trabajo, entre otros, siempre la liviandad de ropas y la sugerencia a la desnudez incline su balanza hacia el sector femenino.

Asumiendo que dichas normas primero fueron decisiones naturalizadas que perpetúan una exposición del cuerpo totalmente innecesaria, también promueven abiertamente la vulneración a la comodidad. También, y principalmente, exponen de forma deliberada la imposición de una identidad femenina hegemónica, en donde no son aceptadas las diferencias ni la diversidad.

Y a partir de aquí entramos en un terreno pantanoso e incómodo: aunque se ha comenzado a poner estos temas sobre la mesa todavía no son tomados con la seriedad y profundidad que merecen. La ausencia de respeto frente a los cuerpos, colores, pesos, marcas, años, entre otros, fomentan y asisten a sostener pensamientos gordofóbicos, anti-age, y todos aquellos anti- que no respondan al estereotipo de femeneidad aceptada socialmente y, sobre todo, promovida a través de todos los espacios institucionalizados.

Porque ya vemos que todos aquellos pilares sociales que nos constituyen como ciudadanos tienen sus modelos de mujer para recortar y armar a gusto, piacere e intereses particulares de cada cual.

Iglesia, Estado, Escuela y otros, construyen dichos modelos a través de permisos y restricciones, premios y castigos, políticas públicas escasas, desigualdad salarial entre géneros, ley de cupo en incumplimiento constante, y todo esto sin pensar todavía en las industrias culturales, el marketing y la publicidad, la escasez de herramientas en torno a la salud sexual y reproductiva; sin dejar por fuera a la opinión pública tan reticente a aceptar la transformación de aquel rol del “ser mujer” legitimado históricamente.

Todos estos procesos que forman parte del entramado social y las dinámicas de relación entre unos y otros, conforman los sentidos construidos necesarios para que, desde un sistema creado en el mundo adulto, aquellos mandatos y formas de ejercer poder desciendan adaptándose a las filas de los más jóvenes, dentro de esta polémica situación a la que se enfrentan los niños y niñas a través de la hipersexualización de sus prácticas, cuerpos y conductas.

Con un sesgo para nada inocente, pero sí muy masticable y de fácil asimilación a través de la moda y todo aquello que represente lo estéticamente aceptable, las infancias comienzan sus primeros pasos, copiando en detalle, actividades, actitudes, vestimentas y comportamientos que forman parte de la esfera del mundo adulto. También sus defectos, problemáticas y conflictuaciones.

Todo esto cada vez en talles más chicos y desfasados de la diversidad real de los cuerpos, exponiendo a las niñas y niños desde su más tierna edad a sentirse ya fuera de un mundo que emite su implícito mensaje en luces de neón, de que no hay lugar para todos, y si lo hay, será a base de sacrificios y a fuerza de encajar. En este punto es sorprendente ver los trastornos alimenticios a los que se someten las infancias respondiendo primeramente a esta necesidad de alejarse de la diferencia.

Muchas veces a través de la justificación banal del “pero son niños”, se desatienden desde un principio los llamados de atención que en clave de género pueden leerse como una chispa que descuidada, puede en un futuro convertirse en hoguera. Acompañar los procesos de crecimiento y desarrollo de las infancias desde un lugar crítico, no tiene que ver con los límites o restricciones solamente, sino con fomentar y construir en el paso a paso una autoestima sólida, así como la fortaleza, el respeto, amor propio y hacia los demás; pero sobre todas las cosas, la confianza suficiente para estar al tanto de lo que sucede en los circuitos de las infancias, en el mundo de los niñes y ver más allá de la simplicidad o liviandad con la que se tratan sus temas.

Fuente: Por Nadia Quant, para Ecodías.

2022-02-10 10:01:00
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